Calendario de nuestro pueblo.

20 de junio. Aniversario de la muerte de Manuel Belgrano.

Día de la Bandera Argentina

Antes de 1810 Manuel Belgrano era un abogado que se desempeñaba en la ciudad de Buenos Aires, en la que había nacido el 3 de junio de 1770 y a la que había regresado en 1794 luego de terminar sus estudios en las universidades españolas de Salamanca y Valladolid. En ese año asumió como Secretario del Consulado en esa capital del Virreinato del Río de la Plata.  Desde ese lugar, procuró crear condiciones para el desarrollo de la sociedad americana y particularmente de Buenos Aires. Promovió la creación de una Escuela de Matemáticas. En 1806, se incorporó a las milicias criollas para defender la ciudad frente a los invasores ingleses.

Fue uno de los protagonistas de la Revolución de Mayo de 1810 e integró la Primera Junta de Gobierno como vocal. El 22 de septiembre de ese año debió dejar ese cargo en Buenos Aires para asumir el mando de la expedición al Paraguay con el grado de General en Jefe. Desde entonces siguieron diez años de intensa tarea, los últimos de su vida que coincidieron con los primeros de la vida de la Nación Argentina.

 

Escribió Belgrano en sus Memorias “Me hallaba de vocal en la Junta provisoria, cuando en el mes de agosto de 1810, se determinó mandar una expedición al Paraguay, en atención a que se creía que allí había un gran partido por la revolución. La Junta puso las miras en mí, para mandarme con la expedición auxiliadora, como representante y general en jefe de ella; admití, porque no se creyese que repugnaba los riesgos y también porque entreveía una semilla de división entre los mismos vocales, que yo no podía atajar, y deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos, pues también me había persuadido que el partido de la revolución sería grande, muy en ello de que los americanos al sólo oír libertad, aspirarían a conseguirla.”

Así comenzó la experiencia militar de Manuel Belgrano.

Salí de Curuzú Cuatiá con todas las divisiones reunidas, dirigiéndome al río de Corrientes, al paso que se llama Caaguazú, por campos que parecía no hubiese pisado la planta del hombre, faltos de agua y de todo recurso y sin otra subsistencia que el ganado que llevábamos; las caballadas eran del Paraná y su jurisdicción, que nos habían dado por la patria y las conducía don Francisco Aldao gratuitamente.

“Llegamos al río Corrientes al paso ya referido y sólo encontramos muy malas canoas que nos habían de servir de balsas para pasar la tropa, artillería y municiones; felizmente la mayor parte de la gente sabía nadar y hacer uso de lo que llamamos pelota, y aún así tuvimos dos ahogados y algunas municiones perdidas por la falta de balsa. Tardamos tres días en este paso, no obstante la mayor actividad y diligencia y el gran trabajo de los nadadores que pasaron la mayor parte de las carretas dando vuelcos. El río tendría una cuadra de ancho y lo más de él se cruzó a nado.”

El ejército de Belgrano enfrentó  dificultades no previstas en el Paraguay. La sociedad local no estuvo dispuesta a apoyar la Revolución iniciada en Buenos Aires y los expedicionarios debió librar batallas en Campichuelo, Paraguarí y Tacuarí. Estas últimas fueron adversas al ejército comandado por Belgrano. En medio de la expedición, este se ocupó además en la fundación del pueblo de Curuzú Cuatiá, necesario según su percepción para facilitar el desarrollo de la región, pues los habitantes dispersos no tenían acceso a las posibilidades de educación y de organización.

El 27 de febrero de 1812, antes de partir hacia el Norte,  Belgrano hizo jurar a sus tropas la bandera que recién creaba y que es hoy insignia de la Nación Argentina.

Belgrano se hizo cargo, en marzo de 1812, de los restos del ejército patriota derrotado en Huaqui. El ejército contaba en ese momento con sólo 1500 hombres, de los cuales 400 estaban internados en el hospital; tampoco había casi piezas de artillería, y no tenía fondos para pagar a los soldados.  Venía en su persecución el ejército realista de más de 3000 hombres. Belgrano instaló su cuartel en Campo Santo, al este de la ciudad de Salta. Se dedicó a disciplinar el ejército y organizó su hospital, la maestranza y el cuerpo de ingenieros. Su seriedad y su espíritu de sacrificio le ganaron la admiración de todos y logró levantar el ánimo de las tropas.

Belgrano organizó el éxodo jujeño, cuando los habitantes de esa ciudad emprendieron la marcha hacia el sur, abandonando sus casas para no dejar al ejército enemigo  posibilidades de abastecimiento. Luego Belgrano comandó el ejército en  la batalla de Tucumán. La victoria en Tucumán tiene un significado especial en la causa de la Revolución, porque con ella se detuvo el avance de las tropas del virrey del Perú que pretendían sofocarla. Además de frenar la avanzada realista, fue el primer triunfo del ejército argentino en el norte, luego de la derrota de Huaqui un año antes, tras la cual la posibilidad de la consolidación de la Revolución en el Alto Perú había sido negada. El segundo triunfo tuvo lugar en la batalla de Salta, en febrero de 1813.
La desobediencia de Belgrano a la orden del Triunvirato que le ordenaba trasplantar a Córdoba la fábrica de fusiles que funcionaba en Tucumán, y desmantelar, desguarnecer y abandonar enteramente Tucumán, evitó que se perdieran para la Revolución las provincias del norte argentino. Belgrano se debió enfrentar a los enemigos realistas y a las órdenes del gobierno.

Luego de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, que sufrió el ejército comandado por Belgrano en el Alto Perú, el Triunvirato ordenó su relevo. Pero el gobierno le encomendó luego una difícil misión diplomática, junto con Rivadavia, para lograr algún modo de aceptación de la Revolución por parte de los gobiernos europeos. A su regreso, Belgrano llevó a los diputados reunidos en el Congreso de Tucumán la conclusión de que estas provincias debían decidir solas su destino y consecuentemente era imperiosa la declaración de la independencia. Entendía que el respeto de las monarquías europeas hacia las nuevas naciones estaba condicionado a que éstas se organizaran y no quedaran desgarradas por las disensiones internas. Por eso propuso la coronación de un monarca americano, el inca Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor de José Gabriel, el revolucionario muerto en el Perú. Juan Bautista estaba preso en Cádiz. La capital del nuevo reino americano debía instalarse en el Cuzco.

Belgrano no tuvo descanso. Se le encomendó nuevamente hacerse cargo del ejército del Norte destrozado en la batalla de Sipe Sipe. El general Belgrano debió renunciar a ese cargo y solicitar el retiro, obligado por la enfermedad, en 1819. Se trasladó a Buenos Aires y en esa ciudad murió un año después, el 20 de junio de 1820. El jueves de esta semana se cumplirán 204 años de su partida.

Este patriota sacrificó todo, incluso a la posibilidad de vivir junto a su esposa y sus hijos, para servir a la formación de una nueva Nación americana, libre, justa y desarrollada. Con creatividad audaz  y sin medir sacrificios.  Su ejemplo nos continúa iluminando.

 

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