Saludamos a las mujeres que cada día renuevan su compromiso con la vida y trabajan por un mundo más justo, fraterno y libre. Defensoría del Pueblo de Morón.
Heroínas de la independencia americana.
Hace 200 años la lucha por la emancipación del dominio español surgió casi al mismo tiempo en los más distantes lugares de América. Anunciada por los levantamientos en el Alto Perú y en Quito de 1809, en 1810 los gobiernos patriotas se instalan en Buenos aires y Santiago de Chile, al tiempo que Hidalgo y Morelos inician las cruzadas independentistas surgen en México al mando de Hidalgo y Morelos. Si fue notable que en medio siglo desde la llegada de Colón a las islas del Caribe, se extendiera la presencia española desde el norte hasta el sur de este continente, mucho menos tiempo llevó que la emancipación del rey del España fuera declarada por los pueblos de los desaparecidos virreinatos. En Ayacucho, en 1824, se consumó la tarea iniciada quince años antes. Esto fue posible por la voluntad de hombres y mujeres alentados por una voluntad de libertad surgida de sus entrañas, que debieron aprender todo mientras empeñaban sus vidas por la causa de libertad.
Policarpa Salavarrieta fue sentenciada a muerte y ejecutada el 14 de noviembre de 1817, en Santafé de Bogotá. En el patíbulo, antes de morir, dijo “¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. ¡No olvidéis este ejemplo!”.
A Policarpa la condenaron como agente de inteligencia de los patriotas. Se le había encomendado recabar información sobre los planes y movimientos de los realistas, que habían recuperado el dominio de la ciudad y planeaban acabar con el intento independentista. Actuaba desde su trabajo como empleada doméstica y costurera. Era miembro de una familia que desde 1810 se había comprometido con la causa americana. Su hermano menor Bibiano era reconocido ya como uno de los principales dirigentes. Policarpa fue fusilada junto con su amado Alejo Sabaraín y otros patriotas.
Como ella señaló, era joven. Tenía apenas 24 años cuando fue condenada a muerte por su compromiso y su lucha por la libertad.
También era una joven mujer de Chuquisaca Juana Azurduy cuando, junto a su esposo Manuel Ascencio Padilla, se unió a los ejércitos populares en el Alto Perú.
Juana colaboró activamente con su marido para organizar el escuadrón que sería conocido como Los Leales, el cual debía unirse a las tropas enviadas desde Buenos Aires Durante el primer año de lucha, Juana se vio obligada a abandonar a sus hijos y entró en combate en numerosas ocasiones, ya que la reacción realista desde Perú no se hizo esperar. La Audiencia de Charcas quedó dividida en dos zonas, una controlada por los patriotas guerrilla y otra por los ejércitos realistas.
En 1812 se incorporó al ejército comandado por Manuel Belgrano, que quedó muy impresionado por el valor en combate de Juana; en reconocimiento a su labor, Belgrano llegó a entregarle su propia espada. Juana y su esposo participaron en la defensa de Tarabuco, La Laguna y Pomabamba. En el verano de 1816, su marido tuvo que partir hacia la zona del Chaco y dejó a cargo de su esposa esa región estratégica, conocida también en la época como Hacienda de Villar. Juana organizó la defensa del territorio y, en una audaz incursión, arrebató ella misma la bandera del regimiento al jefe de las fuerzas enemigas y dirigió la ocupación del Cerro de la Plata. Por esta acción y con los informes favorables de Belgrano, el gobierno de Buenos Aires, en agosto de 1816, decidió otorgar a Juana Azurduy el rango de teniente coronel de las milicias, las cuales eran la base del ejército independentista de la región. Con la decisión de José de San Martín de atacar Lima a través del Pacífico, tras la liberación completa de Chile, la guerrilla del Alto Perú quedó en condiciones muy precarias; Juana y su marido vivieron momentos extremadamente críticos, tanto que sus cuatro hijos mayores murieron por las penurias. Juana, que esperaba a su quinto hijo, quedó viuda tras la muerte de su marido en la batalla de Villar, en 1816. Luego de dar a luz a una niña, se unió a la resistencia de los grupos guerrilleros comandados por Martín Miguel de Güemes. Juana murió en Jujuy a los ochenta años de edad, en la más completa miseria. Fue enterrada en una fosa común.
También murió en la miseria Manuela Pedraza, heroína en la reconquista de Buenos Aires de de manos de las tropas inglesas que la habían invadido en 1806. Todos participaron en la lucha, las mujeres con el mismo fervor que los hombres. Cuando el combate había llegado a su culminación en la plaza mayor, donde las fuerzas al mando de Liniers trataban de tomar la Fortaleza, una mujer del pueblo se destacó entre los soldados, uno de los cuales era su marido, a quien había resuelto acompañar. La metralla no la acobardó. Se lanzó al lugar de mayor peligro. Cuando su esposo cayó atravesado por una bala, Manuela tomó su fusil y mató al inglés que había disparado sobre él. Pasada la lucha, Liniers la recompensó con el grado de alférez y goce de sueldo. En su parte dirigido a la metrópoli decía: “No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo, llamada Manuela la Tucumanesa (era nacida en Tucumán), que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató un inglés, del que me presentó el fusil”. La historia de Manuela Pedraza nos recuerda que la decisión de los patriotas americanos era la independencia de la Corona de España, y también de toda otra dominación extranjera.
Estas mujeres como tantos hombres y mujeres que con heroísmo lucharon por la construcción de la Patria grande americana, empeñaron sus vidas con generosidad sin especular con la recompensa. Su ejemplo ha sido reconocido después de su muerte. El 14 de noviembre, aniversario de la muerte de Policarpa Salavarrieta, ha sido instituido como Día de la Mujer en Colombia. Una calle de Buenos Aires, la ciudad que ella ayudó a reconquistar, lleva el nombre de la tucumana Manuela Pedraza. Un monumento en homenaje a Juana Azurduy está emplazado enfrente del Centro Cultural Kirchner, en la ciudad de Buenos Aires.