Calendario de nuestro pueblo.

1 de agosto:  Celebración de la Pachamama.

Cuando un ser humano se gesta en el seno materno, recibe alimento, respira,late a través de esa mujer que lo contiene. Es indispensable cuidar a quien engendra el nuevo ser, pues cualquier lesión que se le provoque dañará no sólo a ella sino al niño por nacer. Cuando el niño nace, la dependencia del seno materno ya no existe y, aun cuando el vínculo con la madre y el cuidado maternal continúa, se genera otro vínculo directo e independiente: Es la relación con la naturaleza. El humano, desde que nace hasta que muere, depende de ella para respirar, para proveerse de agua y alimentos, para recibir la luz y el calor necesarios para la vida, para obtener vestido, energía, cualquier medio de subsistencia como ser vivo. Su madre ya no es sólo la mujer que lo engendró en sus entrañas y lo crió en una familia. También es su madre la Naturaleza, es la Tierra, es la Pacha, según la nombran desde antiguo nuestros pueblos andinos originarios.

La tierra es nuestra madre y nuestra hermana, recuerda el papa Francisco en la encíclica Laudato si sobre la necesidad del cuidado de la casa común que habitamos.

Siempre, y particularmente en este tiempo que vive la humanidad, aparece como indispensable que anide en cada uno o cada una de nosotros una cultura de cuidado del ambiente. Estamos invitada e invitados a recuperar lo sagrado de la Tierra, su dignidad. De lo contrario, la ecología será apenas una técnica de gestión de la voracidad humana, pero nunca su superación. Los compromisos significarán sólo una tregua para que la Tierra se rehaga de las heridas recibidas, para recibir luego otras, porque el patrón de relaciones no ha cambiado ni la mente humana se ha transformado. Sólo una relación personal con la Tierra nos hace amarla. Y si amamos a alguien no lo explotamos ni lo destruimos, sino que lo respetamos y veneramos.

En este día 1º de agosto y en los días sucesivos los pueblos andinos celebran a esta Pachamama. Más allá de apreciar el ritual de estas celebraciones y aun de compartirlo o imitarlo, importa aprender de esta cosmovisión de respeto por la tierra y de la necesidad de su cuidado. Las ceremonias expresan que se da una relación en que el humano se reconoce vinculado con la Tierra, que no considera a la Naturaleza una cosa para servirse de ella como un dominador externo y superior, sino que es la relación con alguien vivo, del que recibimos y también al que debemos cuidar, cultivar y mejorar.

Las constituciones -es decir los documentos normativos fundamentales- de dos naciones andinas, en sus reformas de este siglo, han incluido los Derechos de la Naturaleza. En el preámbulo de la constitución de la República del Ecuador, aprobada en 2008, se afirma: “Celebrando a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte y que es vital para nuestra existencia [… ] se decide construir “una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay”. El capítulo VII de esta nueva Constitución ecuatoriana se refiere a los Derechos de la Naturaleza, es decir que desde el título reconoce la cuestión del medio ambiente como propia de la naturaleza y a ésta –la naturaleza- como titular de derechos.

En cuanto al Estado plurinacional de Bolivia, el preámbulo de su Constitución, aprobada por la Asamblea Constituyente y refrendada por el voto popular en 2009, declara: ”Cumpliendo con el mandato de nuestros pueblos, con la fortaleza de nuestra Pachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia”.

De este modo las constituciones de estas naciones andinas exigen el respeto de la Pachamama, que se concreta en la regla básica ética del sumak kawsay, expresión quechua que significa buen vivir o pleno vivir. La acción del estado y la relación de las personas entre sí y con la naturaleza deben regirse por esta regla ética fundamental. El bien común ya no se limita a los humanos, sino que se trata de alcanzar el bien de todo lo viviente, incluidos los seres humanos, entre los que exige complementariedad y equilibrio. Este buen vivir no puede alcanzarse individualmente, a costa del sufrimiento de los otros seres humanos actuales y de las generaciones futuras, por la explotación irracional o la destrucción de la naturaleza.

Otros grupos humanos de estas naciones y otras de nuestra América del Sur, que sufren el deterioro de su hogar natural y luchan contra su destrucción, son los pueblos de la Amazonía. También los pueblos indígenas amazónicos tienen como ideal el “buen vivir”. Tal comprensión de la vida se caracteriza por la conectividad y armonía de relaciones entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y la cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales. Para ellos, “buen vivir” es comprender la centralidad del carácter relacional-trascendente de los seres humanos y de la creación, y supone un “buen hacer”. No se pueden desconectar las dimensiones materiales y espirituales. Este modo integral se expresa en su propia manera de organizarse, que parte de la familia y comunidad, y abraza un uso responsable de todos los bienes de la creación. Algunos de ellos hablan del caminar hacia la “tierra sin males” o en busca de “la loma santa”, imágenes que reflejan el movimiento y la noción comunitaria de la existencia. Así como los pueblos andinos, los pueblos amazónicos originarios tienen mucho que enseñarnos. Reconocemos que desde hace miles de años ellos cuidan de su tierra, el agua y el bosque, y han logrado hasta hoy preservarlos para que la humanidad pueda beneficiarse de los dones gratuitos de la creación. Hoy la vida en la Amazonía está amenazada por la destrucción y explotación ambiental, por la sistemática violación a los derechos humanos básicos. En especial la violación de los derechos de los pueblos originarios, al territorio, a la auto-determinación y a la consulta y consentimiento previos a la realización de proyectos que afectan su existencia. La amenaza a la vida proviene de intereses económicos y políticos de los sectores dominantes de la sociedad actual, en especial de empresas extractivas, muchas veces en connivencia o con la permisividad de los gobiernos locales.

 En este momento de la historia, debemos tomar conciencia de que el respeto por los derechos de los pueblos originarios y por el ambiente es una cuestión vital para la supervivencia humana. No hay civilizaciones de primera y civilizaciones atrasadas o subalternas. El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones, marcadas por la exclusión y la discriminación.

 

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